" Muchos lectores me preguntan sobre la relación de
mis libros con la música. Yo mismo, más en serio
que en broma, he dicho que "Cien años de soledad" es un
vallenato de 400 páginas y que "El amor en los tiempos del
cólera"es un bolero de 380. En algunas entrevistas de
prensa he confesado que no puedo escribir con música
porque le pongo más atención a lo que oigo que a lo
que escribo. La verdad es que creo haber oído más
música que libros he leído, y pienso que no me
queda mucho por escuchar desde Juan Sebastián hasta
Leandro Díaz.
La mayor sorpresa me la llevé en Barcelona cuando
dos jóvenes músicos me visitaron después de
leer "El otoño del patriarca", cuya estructura les
parecía inspirada en la muy compleja del Concierto para
piano No. 3 de Béla Bartók. Llevaron
gráficos demostrativos que a ellos les parecían
terminantes. No los entendí, por supuesto, pero me
sorprendió la coincidencia, de que en los casi cuatro
años en que escribí el libro estaba muy interesado
en aquellos conciertos, y sobre todo en el tercero, que sigue
siendo mi favorito.
Quiero decir con todo esto que no me sorprende ahora si
un músico de méritos grandes cree encontrar
elementos de composición musical en "El coronel no tiene
quien le escriba", que es el más simple de mis libros. Es
cierto que lo escribí en un hotel de pobres de
París, en condiciones espartanas, mientras esperaba una
carta con un cheque que nunca llegó. Mi único
consuelo era la música de un radio prestado. Pero ignoro
por completo las leyes de la composición musical, y mal
podría escribir un cuento con una estructura
diatónica deliberada.
Creo, eso sí, que un relato literario es un
instrumento hipnótico, como lo es la música, y que
cualquier tropiezo del ritmo puede malograr el hechizo. De esto
me cuido hasta el punto de que no mando un texto a la imprenta
mientras no lo lea en voz alta para estar seguro de su
fluidez.
Las comas son esenciales, porque imponen un ritmo a la
respiración del lector y manejan sus estados de
ánimo. Es lo que llamamos las comas respiratorias que
pueden permitirse inclusive trastornar la gramática a
cambio de preservar el acto hipnótico de la
lectura.
Si esto es lo que quiere saber mi admirado Germán
Borda le contesto que sí: no sólo "El
coronel…" sino hasta el menos significante de mis
párrafos está sometido a ese rigor armónico.
Sólo que a los escritores intuitivos no nos conviene
explorar demasiado estos misterios técnicos, pues en este
oficio de ciegos no hay nada más peligroso que perder la
inocencia."
Sonata Inocente - Gabriel García Márquez